Según Carl Jung los arquetipos son memorias inherentes representadas en
símbolos mitológicos. Los arquetipos son una concentración universal de
energía.
Deepak Chopra por su parte sugiere que estos arquetipos viven en nuestro
interior de una manera potencial o dominante, pero ahí están todo el tiempo.
Jean Shinoda describe en su libro, que a pesar de existir diferentes Diosas y
Ninfas en la mitología, 7 son consideradas principales para encontrar los
arquetipos en cada mujer. Estas son: Hera, Afrodita, Persefone, Deméter,
Artemisa, Atenea y Hestia.
Para mí, el descubrir estos Arquetipos ha sido una herramienta maravillosa no
sólo como mujer, sino como madre y empresaria. Es de pronto hacerme consciente
del maravilloso mundo mitológico dentro de mi, y sentirme empoderada de las
Diosas arquetípicas que no son otra cosa que diferentes concentrados de la
magia que envuelve a toda mujer... a cualquier mujer.
Hera es la “Diosa majestuosa”, bella, y regia. Diosa del matrimonio, y del
compromiso: la esposa. Líder de empresa, ejecutiva poderosa, cabeza y centro de
enormes movimientos sociales. Es también la esposa, la compañera leal, la
pareja estable, la imagen detrás del hombre y el centro del hogar.
Afrodita “Diosa del amor”, es la amante, la digna representante de la belleza y
de las artes. Es también musa, representada en diferentes obras artísticas, en
ella se basan todas las herramientas propias de la seducción que tanto atraen
al genero opuesto.
Persefone “la doncella”, mujer receptiva, la hija, vulnerada de pequeña, reina
del mundo subterráneo. Aprende a vivir en los dos mundos y es atada al mundo
subconsciente. Desarrolla la cualidad del desapego y vive entre dos mundos.
Deméter, “Diosa de las cosechas”, la madre, la nutridora, la que sustenta. Es
cariñosa y amorosa cuidadora, y al mismo tiempo mujer capaz de destruir por
proteger a un hijo. Vive para ser madre y en base a eso puede tomar un sin fin
de decisiones a lo largo de su vida.
Artemisa, “Diosa de la caza”, de la luna, rival y hermana. Auxilia y apoya sin
pensar al género femenino, por lo cual puede ser una fuerte rival en el mundo
competitivo de los hombres. Ama a los animales y a la naturaleza, pero para
ella sus retos están en función de una buena cacería. Es la hija favorita de
Zeus a la que le regalo su independencia.
Atenea, “Diosa de la sabiduría”, es la estratega. Al estar consagrada a ampliar
su conocimiento y sabiduría puede sacrificar muchas cosas. Al mismo tiempo
puede estar siempre atraída por hombres cultos, sabios, maestros, y
científicos. Es estratega por naturaleza, y su habilidad aparece reflejada en
las más importantes batallas de la mitología.
Hestia, “Diosa del hogar”, y de los templos, es una mujer introspectiva y
espiritual. Es la presencia que se siente, es el fuego del hogar, la
iluminación. Protectora de los templos, como el de la mente, el cuerpo, la
casa, creadora de altares. Poseedora de un gran independencia que puede
orillarla a la soledad. Ella ama su espacio y estar sola, es su casa donde se
siente fuerte, reconfortada y protegida.
En algún momento de nuestra infancia, nuestras Diosas predominantes se
manifestaron majestuosamente, sin embargo, no todas pudimos contar con la
suerte de que nuestros padres, maestros o guías lo notaran y reforzaran su
presencia. Es más, desafortunadamente, esas Diosas pudieron verse en la
necesidad de ocultarse y dejar que otra fuera, por así decir, la que se
manifestará por ser menos amenazante a nuestro entorno o más adaptable a las
circunstancias de esos momentos.
Por ejemplo, posiblemente fuimos educadas para convertirnos en Hera la esposa,
aunque en nuestro interior la Diosa predominante fue Artemisa. O posiblemente
fuimos educadas para ser una Atenea y en nuestro interior Afrodita fuera quien
realmente regía. Esto sin duda provoca controversias en nuestra vida y una
sensación de inadecuación difícil de explicar.
Aquí lo importante es reconocer, que todas viven en nuestro interior como parte
de una personalidad femenina, y que ninguna es mala. Sólo que si sabemos cual
de ellas es quien tiene más fuerza podemos balancearla o enriquecerla con las
demás.
Como mujer, madre y empresaria, me he servido de esta herramienta, para
concentrarme en mis tarea o a la hora de tomar decisiones. Por ejemplo, si me
encuentro en una disyuntiva del trabajo puedo invocar a Atenea, Artemisa o tal
vez a Hera (como líder), si es un tema de maternidad u hogar a Hestia o
Deméter. En lo relativo al amor, es importante ubicarnos con Afrodita y
dejar descansando a Atenea. Si estoy en un proceso de profundizar en mis
sentimientos o necesidad de desapego probablemente deba invocar a Perséfone sin temor.
La femineidad, en ningún momento se pelea con la razón y ha dejado de ser un
estandarte en contra del sexo opuesto, o un escudo donde sentir deba esconder
una fuerza interior.
Ser mujer radica en hacer las paces con todas esas cualidades y sacarlas a la
luz. Traerlas a este mundo, dar nacimiento a la creación, no sólo con los
hijos, sino también con los sueños, las ideas, con el arte. No sólo ser
compañeras sino también protagonistas.
Hades rapta a Perséfone, hija de Deméter.