Cuando
hablamos de maltrato infantil nos suena como algo tan inconcebible que no vemos
lo común que es. Porque a veces, una mirada, un castigo o una reprimenda
también duele, igual que una cachetada, pero de eso muchas veces no nos damos
ni cuenta. Podemos hablar de maltrato físico o psicológico, este último muy
poco visible, pero para nada invisible, solo debemos fijarnos un poco.
Se debe concienciar a los padres, que los golpes no educan, dañan y dañan
mucho más de lo que nadie se puede llegar a imaginar. Por lo general, los
castigos son unos de los métodos educacionales más recurrentes por los padres y
estos pueden implicar gritos, insultos, empujones, rasguños, pellizcos o
golpes. Quizás muchos padres que adoptan estas conductas no lo consideren
maltrato (cabe dejar claro en este punto que si lo es) porque piensan que si a
ellos le funcionó de pequeños, a sus hijos también. Y comento esto, porque la
mayoría de los padres que someten bajo violencia a sus hijos, en su infancia
sufrieron maltrato.
Es por eso, que muchos padres sólo conocen esta forma de "educación".
Lo importante, es entender, que estas reprimendas pueden suponer graves
trastornos en los niños a largo plazo, dejando secuelas de por vida tanto
físicas como psicológicas las cuales, y según estudios realizados, se
correlacionan con una mayor probabilidad de padecer enfermedades
cardiovasculares, respiratorias o incluso cáncer.
¿Qué tan vulnerable es un niño? Un niño es uno de los seres que se
encuentra en dos vertientes, es decir, su desarrollo puede aprovecharse al
máximo para “explotar” todas sus capacidades y sentidos. Pero por otra parte,
es frágil ante situaciones difíciles y al no ser independiente debido a que
necesita atención, amor y satisfacer necesidades básicas, los niños más
vulnerables se encuentran entre los 3 meses y los 3 años.
La Unicef estima que en México, el 62% de los
niños y niñas han sufrido maltrato en algún momento de su vida, 10.1% de los
estudiantes han padecido algún tipo de agresión física en la escuela, 5.5% ha
sido víctima de violencia de sexual y un 16.6% de violencia emocional. Estos
números arrojan información base para tomar cartas sobre el asunto y conocer
más sobre las causas que llevan a los adultos a accionar con violencia ante los
niños.
Las causas más frecuentes están relacionadas con
el mal manejo de ira, ansiedad y otras emociones. Un adulto que presenta estos
síntomas de manera crónica y que no sabe canalizarlos adecuadamente puede caer
en estas conductas por perder el control ante situaciones estresantes. Es
difícil mantener un margen cuando no se conoce bien la etapa por la que un niño
está pasando, el adulto se desespera al desconocer que es lo que el niño
necesita, pide y quiere. Así mismo, la mayoría de los que ejercen violencia a
niños normalmente responde a que a ellos
los maltrataban en la infancia; por lo tanto, el ciclo se repite y mientras no
haya una intervención no se podrá cortar el ciclo violento adecuadamente.
Algunas medidas recomendadas son:
- Capacitar a los maestros para la detección temprana dentro de la escuela, ya que algunas veces los síntomas son tan fáciles de detectar que no se les pone atención. Por ejemplo un niño que se encuentra aislado pasa desapercibido se busca indagar más en sus comportamientos e informar a los padres de familia sobre el desarrollo óptimo del niño.
- Es indispensable que los padres y adultos se encuentren sanos en mente, cuerpo y emociones, ya que de lo contrario solo perjudicarían el desarrollo de sus hijos.
- Que los padres o adultos cuidadores aprendan a expresar sus emociones de manera sana y constructiva.
- Las emociones negativas como el enojo, la tristeza, la impotencia o frustración; se recomienda descargarlas en objetos neutros (como patear un balón, hacer ejercicio, gritar en el campo, golpear una almohada) y no desquitarse con los niños.
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