lunes, 8 de abril de 2013

Lo que no te dicen



Si alguien me pregunta a quién se le ocurrió la idea del matrimonio, yo diría que no sé pero que de verdad estaba loco.
Pero si alguien me pregunta a quién se le ocurrió la idea del divorcio, diría que tuvo que ser al mismo loco.
Y la verdad es que el tema de la separación es muy complicado, nos digan lo que nos digan en textos y prácticas espirituales, el trabajo y lo que conlleva es un camino de dos vías.
Por un lado estás tú, con el corazón roto, tu ego deshecho, heridas abiertas, sueños incumplidos, promesas rotas, y para colmo hijos a los cuales cuidar de este proceso. Pero por el otro lado, está un camino lleno de nuevos aprendizajes, de mucho trabajo interior, de un redescubrimiento del que antes fuera tu pareja, una retrospectiva del valor que necesitas para iniciar otro capítulo en tu vida, la fe, la esperanza, la libertad. Esa libertad que seguramente ya existía desde antes de separarte pero que estaba de alguna forma velada ante ti, el coraje de aquellos que sobreviven. Y tu nuevo yo.
Recuerdo que antes de casarme, era interesante el tema en las comidas con mis amigas, sobre la posibilidad o no de que esto funcione, la fantasía del cómo te darán el anillo, donde vivirán, como será la educación de tus hijos y el proyecto de la nueva casa.

Cuando te separas, el tema se torna gris, frases trilladas como “él no te merece”, “se va arrepentir”, etc. Y por otra parte, la familia un tanto temerosa de que algo cambie, que las cosas cambien.

La simple proyección de ti misma, como una silueta solitaria, como un fantasma rondando la casa semi vacía, morder las almohadas para que los niños no te escuchen llorar, oírlos entrar y quitarte las lágrimas, diseñando una sonrisa improvisada para ellos.

Y cuando duermen, hincarte, rogar, pedir, pelearte con Dios o tu poder superior. Hasta que, por agotamiento, entiendas que para ese Poder Superior, esto no es algo malo, es algo que va a pasar, y que simplemente te llevará a  una mejor versión de ti.

Nadie nos dice cuando nos separamos, que esa persona se llevará su maleta, sus palos de golf, sus libros, y sus películas favoritas. Si es un hombre decente, te dejará los muebles, el coche, la casa; lo que no nos dicen, es que esa persona dejará los recuerdos, los sonidos que se ocultan en los rincones…esos que te recuerdan cuando eran más de uno, te deja las manías, y tus malos hábitos se hacen más evidentes, la pasta apretada, los cajones abiertos, las luces prendidas, los perros mordisqueando los muebles, los niños durmiendo en tu cama.

Nadie te dice, que esa persona no se lleva tu tristeza, tu dolor, no te dicen que cuando atraviesa la puerta, no se lleva el amor, las esperanzas, los planes de las vacaciones, los domingos tirados viendo el televisor, los sábados en familia, las caricias indiscretas cuando los niños no miran, el dormir acompañado, no se lleva los recuerdos de las cenas al llegar de trabajar, las risas, los gritos, los llantos, los aplausos, los besos, las caricias. ¿Por qué?, me pregunto yo, ¿por qué no se llevan todo?

Mueves los muebles, renuevas la decoración, cambias las sábanas, y ocupas todo el vestidor, dejas que los perros entren a la casa,  invitas de nuevo a todos tus amigos, le dices al niño que ahora tiene un cuarto de juegos más grande, te sientas y disfrutas el gimnasio de la casa sólo para ti, te embulles en tus pijamas de franela poco sexis, pero al menos ellas ahora te dan calor. Te vistes diferente, dejas que los niños coman galletas en los sofás, y no importa si brincan en ellos.

Pareciera libertad, aunque siendo sinceros, oculta algo de una falsa rebeldía, que no llena ese vacío que sólo uno junto con Dios podrá llenar.

Y eliges la otra vía, la de confiar que ahora estás nuevamente en un campo lleno de posibilidades, de que te has quedado con lo mejor de la relación, sientes alivio por todo lo que no dañaste, por las veces que te contuviste y no creaste rencor, te agradeces el coraje de levantarte todos los días, salir a correr y sonreír, y esperar… sí esperar que un día a la vez, puedas con ello.

Y te sorprendes, cuando ves que de nuevo ríes a carcajadas, cuando miras de nuevo al sexo opuesto con ganas y deseo, cuando recuerdas qué comiste y cuándo comiste, cuando un martini con tus amigas vuelve a ser lo más esperado de la semana, cuando tu hijo te dice Te Amo.

Cuando le cuelgas a tu ex y dices "¡yuppie!” no le grité, no lo insulté, no lo amenacé, es más creo que me vi "cool". Y sabes que es resultado de mucho entendimiento, de un trabajo que es sólo tuyo.

Y te descubres de nuevo en ese espejo, con un rostro diferente pero con un sentido total de aprobación, porque esa persona sinceramente te gusta más.

Y te atreves, y de nuevo te atreves.

Y sabes que de algún modo, con dolor o no, eres capaz de cualquier cosa, y que la felicidad está ahí más cerca que nunca, que tal vez nunca se fue… porque eso tampoco se lo llevo… cuando él se fue.

Ana León



1 comentario:

  1. Me sentí muy identificada. Gracias por compartir esto, porque a veces se me olvida que si fui capaz de salir bien librada de un divorcio, puedo ser capaz de hacer muchas cosas que percibo como difíciles. Atreverse de nuevo y elegir la vía del crecimiento! Gracias

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